Juzgar o no Juzgar?

“No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.”      Lc 6.37.

Murmurar, es hablar mal de una persona ausente, pero de cosas que,  el que habla y el que escucha, conocen, aunque no tienen por qué comentarlo malintencionadamente, ni tienen seguridad de los hechos.
Difamar, es quitar la fama al otro, diciendo de él, en su ausencia, cosas malas que el o los que escuchan no conocen, y que no hay por qué decirlas, aun cuando fueran ciertas, no le agrada a Dios.
Calumniar es lo peor. Es decir, “con mentira”, cosas malas de alguien que no está presente, para perjudicarlo.

Todo esto se diferencia  y se iguala, hablar real, o no, pero hablar mal de los demás.

Esto es feo, murmurar, difamar, calumniar,  y esto se da mucho en distintas asociaciones, clubes, o grupos de personas, desde la familia hasta en reuniones ocasionales y, aún, en muchas iglesias. Todo esto se puede evitar: Poniendo de manifiesto lo positivo del ausente, desviando la conversación cuando se dirige a lo negativo de la persona que no está, poniendo de manifiesto sus cualidades y no sus vicios, aunque sean conocidos por todos, si fuera el caso.

Pudiera darse el caso que la cuestión quizás sea  cierta, pero no hay por qué ventilarla por ahí, más cuando no produce frutos de bondad o de bien para el que sufre la murmuración o para la comunidad. La posible solución, para el no caer en esto  es callarse la boca en adelante, y si necesita hablarlo, a manera de “catarsis” o purificación, conviene hacerlo no en son de crítica ni difamación, sino como pidiendo ayuda para sí, a un amigo íntimo o a un guía espiritual. O diciéndoselo al propio interesado, si es posible, para que se corrija de ello, en vez de andar diciéndoselo a los demás.

Y el que escucha, de darse cuenta, debe solicitar reparación a aquel que calumnió, diciéndoselo, o diciéndole que no le cree, que no piensa que sea así, y guardándose de acercar el oído cuando se está hablando mal de otro aunque, sin llegar a ser calumnia, sea difamación o murmuración. La negatividad y veneno que se nos inocula, es luego difícil de extirpar.

La guerra no se vive sólo en medio oriente, en Irak, la guerra la propiciamos cuando comenzamos a condenarnos y dañarnos  en lo pequeño, cuando comenzamos a murmurar, difamar o calumniar.

Busquemos, por lo tanto, la paz en eso que parece pequeño pero, que de seguirse,    dañaría la paz en la familia, en el barrio, en el trabajo, en la iglesia, en la provincia, en la nación, en el continente, en el planeta.

“Las murmuraciones destruyen la reputación de las personas. Destruyen matrimonios. socavan la obra de Dios. Difunden el odio y el temor”: Dwight Longenecker, antiguo pastor anglicano, describe así el mal del chismorreo.

Chismes entre los pregoneros de la armonía, no cabe, es terrorismo, dijo, en una comparación que ya había usado otras veces: “El que va a hablar mal de otro va a escondidas, tira la bomba, y se va. Y la bomba destruye. Cuando tengas ganas de hablar mal de otro, muérdete la lengua. Lo más probable es que se te hinche, pero no harás mal a tu hermano o a tu hermana”.

“Las murmuraciones son como un cáncer con metástasis. Lo quitas de un lugar y aparece en otro”.

Para no caer en la tentación de difundir ese cáncer,  te ofrezco algunos buenos consejos:

 

 

  1. No creas a nadie y cree a todo el mundo.En otras palabras, cree lo que tal o cual persona te hayan dicho. Ellos piensan realmente que lo que han dicho es verdad, y desde su perspectiva es verdad. Sin embargo, recuerda que siempre, siempre, siempre existe otra versión de la historia. Por tanto, no les creas. Frena y muérdete la lengua.
  2. Recopila todos los hechos.No confundas los hechos con la palabra de nadie. Averigua lo que sucedió realmente consultando a tantas personas como sea posible.
  3. Acude a la fuente. Por el amor de Dios, ten la valentía y la gracia y el sentido común de acudir a la fuente.
  4. Concédele a todo el mundo el beneficio de la duda. Cree lo mejor, no lo peor. Si oyes algo malo de alguien, imagina por qué lo hicieron (si es que realmente lo hicieron) y cuáles pudieron ser sus motivaciones.
  5. Cállate. No estás obligado a hablar ni a decirlo todo a todo el mundo. Incluso un tonto parece sabio si guarda cerrada la boca. Habla, como mucho, la mitad de lo que escuches.
  6. Cuestiona el chisme. No lo creas, y dile suavemente a la persona: “¿Sabes realmente si eso es verdad?”
  7. Enfrenta al chismoso.“Lo que me estás contando es murmuración destructiva! ¡Me niego a creerlo y creo que deberías mantener la boca cerrada!”.
  8. Pon tus ojos en la verdad.¿Por qué perder tu tiempo en murmuraciones idiotas e inútiles?
  9. Piensa en los demás. ¿Sabes por qué le gusta murmurar? Porque le hace sentir superior. Murmuran negativamente de otros porque creen que esos otros, son mejores que ellos. Así que están dispuestos a envenenar y destruir sus vidas para sentirse bien por unos momentos.
  10. Ora por las personas involucradas.Ofrece como sacrificio, una oración de misericordia: “Señor, ten piedad.”

 

Donde está Dios no hay odio, envidia, celos ni tampoco los chismes o habladurías que ´asesinan´ a los hermanos. Pidamos esto al Señor.

“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en muerte.  Todo el que aborrece a su hermano es homicida, y vosotros sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él”.0

  I Juan 3.14-15.

Rev. Samuel Columbié.

Iglesia Bautista Resurrección.

 

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