Incomparable Amor

Esta historia puede que sea ficticia. Sin embargo, estoy seguro de que el impacto que esta obra tendrá en ti será muy real.  DISFRÚTALA!

¿Puedo ver a mi bebé? pidió la nueva madre feliz. Pero cuando el pequeño bulto se encontraba entre sus brazos y ella echó a un lado la tela que le cubría su carita, se quedó sin aliento. El médico se volvió rápidamente y, sin saber qué decir, se puso a mirar por la ventana del hospital. ¿Cómo explicarle a la madre que su bebé había nacido sin orejas? Con el tiempo se dieron cuenta de que el niño podía escuchar perfectamente. Era sólo su apariencia la que lo estropeaba todo. Un día de regreso a casa de la escuela, el niño llegó corriendo y se arrojó a los brazos de su madre; ella suspiró, sabiendo que su vida iba a ser una sucesión de angustias. El niño llorando le dijo a su madre: “Un niño, un niño grande… me llamó… monstruo”.

A pesar de faltarle las orejas, el niño era bien parecido. Pudo incluso haber sido presidente de la clase, pero en vez de eso desarrolló un don por la literatura y la música. Sin embargo, era imposible para él compartir y mezclarse con otros jóvenes. Preocupado, el padre del niño pidió una cita con el médico de la familia, y le preguntó angustiado ¿qué podemos hacer? “Creo que podría injertar un par de orejas externas, si las pudiera conseguir”, le dijo el médico un tanto desesperanzado, pues sabía que era muy difícil que pudiesen encontrar un donador. Así comenzó la búsqueda de la persona que haría ese sacrificio para el pequeño. Pasaron dos años, y los padres hablando con el pequeño le expresaron, “Iremos al hospital. Tu madre y yo tenemos a alguien que donará las orejas que necesitas. Pero es un secreto”, le dijo el padre al niño. La operación fue un éxito, y una nueva persona emergió. Sus talentos florecieron y, tanto la escuela como la universidad se convirtieron en una serie de triunfos. Luego pasó el tiempo y el niño se hizo hombre, se casó y entró en el servicio diplomático. “¡Pero tengo que saberlo!”, le insistió a su padre. “Necesito saber, ¿quién hizo tanto por mí? Yo nunca podría pagarle ese sacrificio tan grande. No creo que pudiera”, le dijo al padre. Sin embargo, el padre no podía decirle quién le había donado las orejas que le habían cambiado la vida, pues precisamente ese era el acuerdo: Él no debía saberlo… todavía no…

Durante muchos años lograron mantener el secreto, pero un día… uno de los días más oscuros que un hijo debe soportar, se puso de pie con su padre junto al ataúd de su madre. Poco a poco, con ternura, el padre extendió una mano y levantó el grueso pelo marrón rojizo de su madre para revelar aquel secreto tan bien guardado; la madre no tenía oídos externos. “Mi madre dijo que se alegraba de nunca cortarse el cabello”, susurró suavemente. “Nunca nadie pensó que mi madre era menos hermosa, ¿verdad?”. Aquel muchacho comenzó a llorar, y a decirse, “debí darle las gracias”. El padre le expresó, “No mi querido hijo, ella estaba feliz de que tu fueras feliz, su alegría era verte realizado y sonriente, ten paz ella fue feliz”. Que historia, que amor, que madre. Quiero solamente mencionarte unos textos que si sabes valorar, te harán entender, agradecer y llorar por lo que Dios hizo por ti. “Porque yo Jehová, Dios tuyo, El Santo de Israel, soy tu Salvador; daré y haré lo que sea necesario por ti. Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable y yo te amé”.

Isaías 43:4n“El que os toca, toca la niña de su ojo”.

Zacarías 2.8. “De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en el creé, no se pierda, más tenga vida eterna.”

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